jueves, 9 de octubre de 2014

Diario de un metamorfo [Parte 5/Final]

Pasó un último mes de mí soltería. Mañana empezaría una vida «regenerado» había encontrado lo que quería, o eso aparentaba la realidad, y eso me bastaba.

Pasaba la noche, tranquilo, en mi apartamento. Omití el cenar algo y me fui directamente a la cama. Supongo que el shock de cambiar de vida me había robado el apetito. Estaba recostado, viendo el techo de mí casa y escuchando el tic-tac del reloj, que me anunciaba que cada vez era menos el tiempo para cambiar; cuando sentí una presencia que nunca creí volver a sentir. Electra. Al incorporarme de la cama, me topé con su silueta frente a mí, recargada sobre el borde de la puerta.

— ¿Cómo entraste?
—No es como si fuera una ciencia muy difícil entrar aquí —Soltó divertida y se acercó a mí— ¿Te vas a casar?
—Ya lo hice de cierto modo —Me levanté y la aferre a mí en un abrazo. La extrañaba y necesitaba entre mis brazos nuevamente— Entregue mi anillo correspondiente, solo voy a hacer una fiesta para anunciarlo al mundo mortal.
— ¿En serio te querías casar con ella?

Bajé la cabeza y suspiré. La verdad es que estaba confundido desde un principio, pues el color rojo se relacionaba con ambas y no las podía sacar de mí cabeza de ninguna manera. Probablemente me arrepentiría de lo que iba a decir, pero no importaba.

—Realmente deseaba casarme contigo —Finalmente me correspondió el abrazo— Pero la pelea me cegó y ahora estoy atrapado aquí.
—Yo también me quería casar contigo. Deseaba ser yo la portadora de ese lazo invisible y perpetuo, ser la que estuviera contigo siempre, entregarte a ti mi posesión más precisada como símbolo de nuestra unión.
Otra vez me había metido en una mentira. No estaba actuando correctamente, solo pensaba en mi y en que deseaba conservar a ambas. En ésta vida no se puede tener todo, pero yo deseaba intentarlo. Quería la ternura y comprensión de Rubí, al tiempo que anhelaba la pasión y locura de Electra.
—Hubiéramos sido bastante felices —Le acaricie el rostro.
—Yo quiero estar contigo —Se aferró de mí— ¡Te amo, gato! Nunca dejé de amarte, y sé que tú no la amas a ella tampoco.
—Soy más tuyo que de ella...—Acerqué mi rostro al suyo— ¿Me permites?
—No entiendo porqué preguntas.

No dije nada más, sonreí y comencé a besarla con toda la necesidad de mí alma. La deseaba de una manera loca e irracional. Electra me correspondió el beso, dio un salto ligero y yo la cargué por los muslos. Sus piernas me rodearon y sus dedos se enredaron en mi cabello, tratando de apegarme cada vez más a ella. Nuestras bocas demandaban cada vez más la contraria. Ella sentía la misma lujuria y pasión corriendo por las venas que yo, me lo demostraba con cada beso, con cada mordida que me daba.

De un momento a otro, estábamos en mi habitación, desnudos, yo sobre ella y moviéndome de una manera rápida y desordenada. Los gemidos y gritos de ambos resonaban por todo el apartamento. El sudor corría por mi pecho, y se perdía en la cadera de ella. Sus uñas me arañaban y yo lo disfrutaba tanto. Era excitante. Un par de ocasiones mis gemidos se confundieron con maullidos que no podía reprimir de ninguna manera.

No supe cómo, pero Electra giró de tal modo que quedé bajo su poder. Sus caderas se movían rápidas y constantes, volviéndome loco por el ritmo que llevaba. Pasé mis manos por su vientre, llegando a sus pechos y masajeándolos. Nuevamente me incorporé y la ayudé a moverse sobre mí, al tiempo que la aferraba por la espalda a mi cuerpo. No me importaba nada, sólo el hecho de que la estaba haciendo mía después de tanto tiempo. Mordió mi cuello y yo el lóbulo de su oreja. La apegue lo más posible, sintiendo como su pecho se frotaba con el mío. Estábamos llenos de placer.

Seguimos por horas, con todas las posiciones que se nos ocurrieron, hasta que el cuerpo nos pidió un descanso. Me corrí dentro y fuera de ella en diversas ocasiones. Ambos llegamos a los mejores orgasmos de toda nuestra vida inmortal. Jadeantes, nos recostamos abrazando al otro. Su barbilla estaba sobre mi pecho. Sentíamos la respiración agitada de ambos. Nos olvidamos de todo, solo éramos nosotros dentro de esas 4 paredes. Nada existía afuera, ni el mañana, ni Rubí, ni mi boda con ella.

—Hacía tanto que deseaba que me hicieras tuya —Habló una vez que su respiración se tranquilizó— Te amo, gato.
—Y yo a ti, bonita —Besé su cabello aún húmedo— Te deseaba como no tienes una idea.
— ¿Aún deseas casarte con ella? —Preguntó coqueta y besó nuevamente mi cuello.
—La verdad es que no —Me estremecí al sentir su lengua en mi piel— Pero sabes que ya di el anillo. No hay vuelta atrás, aunque te ame.
—Vámonos de nuevo. —Se recargó en sus codos y me miró suplicante— He escuchado que te van a liberar de tu contrato después de mostrar la alianza con la mortal. No puedo estar sin ti.
—Ni yo sin ti —Sonreí desde abajo— Pero me van a tener cuidado. No quieren que regrese contigo y ya no cuento con la protección de Jessenia. Estoy solo.

Nuevamente comencé con mi tela de mentiras. No podía simplemente irme con ella, no quería defraudar a las personas que confiaban en mí. Electra tomó la sabana y se levanto de la cama bastante molesta.

— ¿Entonces por qué te acostaste conmigo?
—Ya te lo dije —Me levanté y le abracé por la espalda. Besé su cuello y susurré a su oído— Soy más tuyo que de ella. Te necesito conmigo, eres mi tentación preferida.
— ¿Y por qué caes en mi tentación? —Me encaró.
—Eres la demonio más hermosa y sensual que he conocido —Acaricié su rostro— Aún si me casé con alguien más, eres tú en quién pienso, eres tú a la que amo.

Asintió y me dio un último beso en los labios.

—Duerme ahora, mi gato —Sonrió cálidamente y me apretó contra su pecho.

No pasó mucho tiempo para que yo me quedara completamente dormido en los brazos de mí amada demonio de fuego. Sin duda alguna, la mejor noche que había pasado hasta ese entonces.

Los primeros rayos del sol me despertaron para darme la sorpresa de que estaba solo en mi habitación. Suspiré algo pesado, pensando en que, nuevamente, Electra se había enojado.

Tras levantarme de la cama y bañarme, me enfunde en un traje negro, para después ir a unir mis lazos, por siempre, con la mortal. De un modo me arrepentía de pasar la noche con Electra, es decir, se supone que había hecho mi promesa nuevamente, pero aún así, deseaba tanto a esa demonio que hubiera sido un delito el no haberme acostado con ella. Como sea, eso es algo que no debe salir nunca de mis recuerdos.

Entre Rubí y yo, decidimos que la boda no sería de ninguna índole religiosa, puesto que sería un gran problema para mí y mis amigos. Es decir, venimos del infierno, literalmente hablando. No es como si nos quemáramos o algo por el estilo, es solo que no nos iba a ser cómodo, y bueno, si salíamos algo lacerados de esos lugares «benditos» y más al exponernos a las ceremonias. Todo iba a ser de manera «legal» en el mundo de Rubí. O sea, por el civil. Aparte que, después del anillo que entregue y la unión que se hizo, ya no era necesario algo espiritual. Creo.

Jessenia elaboró un hermoso vestido para Rubí, tal cual como ella lo pidió: Blanco, largo, de corte strapless y ceñido a su bien formado cuerpo. Se veía preciosa, más de lo normal. A la altura de la cadera, en la unión del corsé con la falda, llevaba incrustados unos cuantos cristales rojos, solo para conmemorar que me casaba con: «la linda chica de rojo»

La fiesta se realizó en un jardín. Mesas con mantel blanco y las sillas contaban con una funda del mismo color y un listón grueso en el respaldo de color rojo. Durante la noche, el jardín se iluminó con luces de diferentes colores, acompañado de la música de un equipo de sonido que habíamos contratado. Para finalizar, el firmamento se llenó de fuegos artificiales para ambos. Le di la fiesta que se merecía mi princesa. Al hacer todo ese derroche, traté de compensar a la joven por todo lo que le había hecho.

Antes de que mi mortal, mis amigos y yo desapareciéramos, la familia a la que sirvo apareció entre sombras, humo y un calor bastante desagradable para cualquier humano.

—Al parecer has seguido lo que era correcto. —Habló Bietka— Ganaste tu libertad.
— ¿En serio? —Los miré emocionado. Pese a que ya me lo habían dicho, pensaba que habían cambiado de opinión tras mi desaparición.
— ¿A qué se refieren, Alexander? —Preguntó confundida, Rubí.
—Tu gato se ha ganado la anulación del contrato que tiene con su familia del infierno debido a la fidelidad. Seguirá siendo de apoyo para ellos, pero no necesitará estar donde ellos manden. Es una especie de libertad por buena conducta —Intervino Jessenia— Alexander tiene suerte, son muy pocos quienes la consiguen.

Asentí con la cabeza y Rubí me miró sorprendida y feliz. Akop pidió que me acercara a él. Tomó mi muñeca y con su uña abrió una herida en mi vena. Comenzó a brotar sangre azul. No, no es por pertenecer a la realeza, esa es la coloración de la sangre de mi raza. Cada criatura tiene un color característico y sólo para que quede claro: Las criaturas de oscuridad tienen sangre negra, las de criaturas de luz es blanca y las de los sirvientes, como los metamorfos, es azul. Mi dueño hizo lo mismo con su muñeca. Simplemente esperamos a que la sangre corriera hasta cubrir nuestras palmas y nos dimos un apretón de manos. Los grilletes negros, que llevaba desde el momento de mi contrato, se hicieron visibles y cayeron al suelo, esfumándose casi al instante. Era libre y se sentía tan bien. Por mi mente pasaron muchas cosas, aunque prefiero omitirlas.

Valerie se abrió paso entre sus padres y con ojos llorosos me abrazo.

—Gato, no quiero que te vayas.
—No me voy a desaparecer Val, lo prometo. Iré a visitarte al inframundo cada que pueda.
— ¿No me vas a abandonar? —Subió su mirada y las lágrimas corrieron— ¡Promételo!
—Te prometo, princesita endemoniada, que iré a verte lo más pronto posible y no pensaré nunca en abandonarte.

Arranque algo de hierba y la envolví entre mis manos; una vez que las separé, una flor negra se materializó. Con tranquilidad la dejé sobre las manos de Valerie.

—Esta flor, del color de tu sangre, será la prueba de ello. Ponla en agua cuando me necesites con urgencia. No necesitas mantenerla en ella, marchitará el día que venga a verte sin tu llamado. Será una especie de advertencia.
—Te quiero, gato.

La niña me abrazó emocionada y regresó a lado de sus padres, aún fascinada por lo que le había entregado. Sé que dije que no soy mascota de nadie, pero le tomé un gran cariño a Valerie, aparte que siempre está sola y no tiene muchos amigos. Me incorporé y regresé al lado de mi esposa.

—Serás un gran padre —Musitó en mi oído.

Escalofríos recorrieron todo mi cuerpo de imaginarme con hijos. Yo odiaba los niños y por más que me haya casado era lo que menos deseaba eso de los infantes. Qué horror. Una sonrisa forzada se dibujó en mis labios y asentí.

—Tampoco lo presiones tanto —Intervino Said— de por sí ya es una sorpresa grande que se haya casado.
—Todo puede pasar —Rió Rubí.

Jessenia y yo permanecimos en silencio. Ambos sabíamos que cambios también repentinos nunca serían buenos para criaturas como nosotros. Aunque bueno, ella ya se había embarazado y eso era lo último en sus planes.

—Que seas feliz, Alexander.
Esas fueron las últimas palabras de Akop antes de desaparecer con su familia del lugar. Finalmente estuvimos solos. Jessenia y Said se despidieron de nosotros, dejándonos a Rubí y a mí en el lugar. Abordamos la limusina que nos llevó directo al hotel dónde pasaríamos nuestra primera noche como marido y mujer.

Sinceramente no quiero hablar de esa noche porque fue un momento tan íntimo y hermoso que prefiero que quedé cómo recuerdo solo nuestro y de nadie más. Rubí me entregó su virginidad, aunque yo me sentí tan sucio de solo pensar que la noche anterior había estado con Electra. Aún así, le entregue mi cariño en cada beso, en cada caricia y en cada suspiro de mis labios.

Al día siguiente me desperté con ella a mi lado, cobijada y abrazada de mí. Sonreí con ternura. Se veía tan inocente y adorable. Besé sus mejillas y me incorporé sin despertarla. Miré a mí alrededor. Todo estaba tranquilo y en paz, nuestras ropas regadas, aunque había algo que resaltaba del lugar, algo que no estaba aquí a la noche cuando llegamos.

En la cómoda a lado de la cama, se encontraba un sobre negro con bordes rojos, escrito con sangre. Al ver la forma de escritura y la tinta, supe de inmediato quién la había dejado. Electra tenía la costumbre de usar la sangre de sus víctimas como tinta. Mi corazón dio un giro, aunque no sé si de felicidad o por estar alarmado. Tomé la carta en mis manos, la abrí y comencé a leer:
«Gato, solo quiero decirte que comprendo que debes cumplir ese pacto, pero yo no puedo renunciar a ti.
Te amo, Alexander, y sabré esperar para verte en el momento correcto. Te estaré observando y apareceré en el momento que menos te lo imagines. 
Hasta entonces, espérame. 
Electra
PD: sé que no la amas y confío en que tus sentimientos siguen igual de fuertes hacia mí. No me molesta tener que compartirte si sé que al final estarás conmigo.»

Tras terminar de leer, la carta se incineró en mis manos y las cenizas desaparecieron. ¡Ah, perfecto! Todavía no llevo una semana de casado oficialmente y ya tenía una amante. Aunque no puedo negar que esa amante sabe hacer cosas espléndidas. Sonreí con algo de lujuria y miré a Rubí a mi lado. Nuevamente me sentí mal de solo pensar que la podría engañar nuevamente.

No tuve otra opción más que esperar a que Electra apareciera para terminar las cosas. Debía dejar la doble vida a como diera lugar. Dos semanas después de la boda, se hizo presente. Caminaba de regreso a la casa, cuando me jaló hasta un callejón y nos teletransportó a su apartamento.

— ¿Electra? —Pregunté al aire, después de verme solo en el lugar— sal, por favor.

Una sombra se avecinó por el pasillo oscuro que conectaba la sala con su habitación. Una vez que la poca luz del lugar pegara en su cuerpo, me quedé boquiabierto. Por obvias razones tengo una gran afinidad a los gatos, no por ello me puedo transformar en uno, pero verla a ella dentro de lencería bastante provocativa, con adornos como cola y orejas de gato, aunado a un collar con cadena me hizo perder el piso. Negué frenéticamente y apreté los ojos.

Contrólate Alexander, no debes de serle infiel a esa chica.

Electra me acorraló contra la pared y besó mi cuello lentamente. Trataba de resistirme, pero sabía dar en cada uno de mis puntos sensibles. En cuanto menos me di cuenta, estaba con ella en la cama otra vez. Sí, acepto que soy débil, pero en serio que si la tuvieran a ella enfrente comprenderían el porqué de mi debilidad. Es todo lo que puede esperar alguien en una mujer, lástima que a los mortales no les dure más que unas cuantas vistas para terminar en el infierno.

Desde esa noche, mi demonio de fuego y yo tenemos un día en específico al mes para hacer un pequeño encuentro nocturno. No, ni Jessenia, ni Said, y mucho menos Rubí saben eso. Nuevamente se convirtió en un secreto nuestro.


Perdóname Rubí, pero simplemente no me pude controlar. 

Vanessa Jaqueline Sánchez Velázquez.




sábado, 27 de septiembre de 2014

Diario de un Metamorfo [Parte 4]

Llevaba ya un mes fuera del mapa, solo por un loco «juego de amor» que me atreví a vivir con una joven demonio que me encontré por accidente en una tarde lluviosa. Había sido un mes bastante fácil, aunque con un par de peleas por parte de la inseguridad de Electra. En ocasiones no paraba de recordarme que tenía una vida aparte de la que vivía con ella, que probablemente mi novia me buscaba, pero a mí me daba lo mismo, solo quería estar con ella y nada más ¿Tan difícil era entender eso?

He de aceptar un par de cosas, bueno, comentar que tal vez sí sea un poco ninfómano… o eso es lo que dice las malas lenguas de mí. Con Electra, llevo varios intentos fallidos de acostarme con ella. Todo va por un buen ritmo, pero empieza con sus inseguridades y yo termino simplemente abrazándola para que se despreocupe. Es molesto, pero al mismo tiempo es muy dulce.

La última vez, donde definitivamente ya estábamos desnudos y sobre la cama, inició una pelea de si realmente la quería, que solo estaba jugando con ella y cosas de esa índole. Me estaba volviendo loco.

Después de pasar ese mes, no eran más que reclamos, problemas, inseguridades, discusiones y demás. Las ganas que ambos teníamos por estar siempre juntos se desaparecían gradualmente. Dormíamos en camas separadas, y ella no paraba de celarme y controlar cada una de las cosas que yo hacía.

—Electra —Le encaré una vez que terminó de reclamar por enésima vez en el día—No puedo seguir con esto si sigues controlando todo, si sigues dudando o si quieres darte por vencida. ¡Simplemente ya no puedo más!
— ¡Espera! —Me tomó del brazo— Ya te había dicho el porqué me es tan difícil, pensé que solo estabas confundido porque Rubí casi no estaba contigo, ya que le prestaba más atención a su trabajo, carrera y condición; y que estarías conmigo por un tiempo muy corto. Perdona que me quiera dar por vencida tan rápido, pero simplemente no puedo controlar todos mis sentimientos.
—Yo te lo advertí —Me solté de su agarre y la tomé por los hombros— Para escaparnos de esta manera, ambos debíamos de ser fuertes. Si uno de los dos tiene dudas, esto se quebrará y ambos saldremos bastante lastimados. Necesitábamos pensar. Yo lo hice, es hora de que tú lo hagas.
—Tus palabras suenas muy crudas —Subió su mirada cristalizada— Ya sé que teníamos que ser fuertes, y lo he sido, pero yo… —Sollozó y mi corazón se removió incómodo— yo solo quiero decirte mis sentimientos, pero no puedo. Tengo miedo. ¡Cállate y abrázame!

Con ver sus lágrimas correr, comprendí que me preocupaba más por ella que por mí. Sí, estaba claro que no quería perder mis poderes, pero menos quería verle sufrir de esa manera tan cruel y por culpa de mis comentarios tan directos. Creo que soy un poco brusco cuando trato de decir la verdad, pero así he sido acostumbrado, aparte que, de cierto modo yo la había obligado a huir todavía más, a tener que hacerle frente a una batalla que era solo mía. En ese instante supe que sólo quería cuidarla.

Pasaron dos semanas más, pero las cosas se fueron al hoyo. Ya solo eran celos, ganas mías de irme, ganas de ella de irse lejos, simplemente nos hartamos. Sí, sé lo que había dicho, pero las cosas se transformaron de una manera terrible y ninguno de los dos nos íbamos a soportar un instante más. ¡Queríamos escapar!

— ¡Tú solo me tienes como tu amante! —Gritó— Al final del día te vas a casar con la mortal, como la familia a la que sirves quiere. A ti no te importan mis sentimientos ¡Solo te importas tú y tu maldito trabajo a esa familia! ¡Te vas a ir con ella!
—Sí, solo te tengo como mi amante ¿Te molesta mucho? Si es así, qué lástima por ti.
— ¡Eres un desgraciado! —Prendió fuego a su alrededor— Sabía que no debía de confiar en un gato coqueto. Si la idiota soy yo por pensar que realmente me querías. Me enamoraste para tu entretenimiento, no fui más que tu juguete en éste maldito tiempo.
—Caíste como todas en mi trampa. Ahora solo debo de regresar para tener de nuevo mi vida tranquila —Le extendí la mano— Primero devuélveme el dije, se lo tengo que regresar a mi amiga. Ya me cansé de éste juego y me iré con mis verdaderos amigos y mi verdadera pareja.

Se arrancó el dije del cuello y lo dejó en el suelo a mis pies. El collar estaba al rojo vivo después de estar en su cuello en ese incendio provocado por ella. De inmediato desapareció, y con ella el fuego en la habitación.

Instantes después, adopté mi forma animal y regresé a la ciudad en busca de mis amigos. Ya no quería saber nada de Electra, o eso pensaba en el momento. Jessenia tenía razón, debía de equivocarme por mi mismo para saber la verdad. Esa demonio no era más que una ilusión para mí. 
Mi lugar era a lado de Rubí, mi mortal. Espero que ella aún crea eso, así como yo. Ahora que me pongo a pensar, la recordé mucho en ese tiempo que estuve lejos. Sí me hacía falta aunque haya estado confundido. O tal vez era la culpa de mi infidelidad a una chica tan tierna como ella. Sinceramente aún no sé.

Llegué a casa de Said, encontrándolo solo. Jessenia había salido al inframundo para ver a una amiga que seguía allá. Recobré mi forma humana y saludé a mi amigo, quién me veía bastante molesto y preocupado. Creo que aún no estaba tan enterado de las cosas. Jessenia me había guardado el secreto y eso me reconfortó bastante, sé lo difícil que es para ella guardarle las cosas a mi amigo, ya que es su único confidente. Estaré bastante agradecido con la duquesa del infierno.

— ¿Engañaste a Rubí? —Preguntó molesto Said una vez que terminé de contarle las cosas que pasaron en todo ese tiempo. Ya no podía mentirle a mi mejor amigo.
—Sí, y estoy muy arrepentido —Hablé con la cabeza gacha— Cometí un error. Aparte, no quiero que ella se entere, pero quiero recuperarla.

Sentí su mirada sobre mí, de desaprobación, y mis lágrimas corrieron de una manera involuntaria. Reflexionando acerca de todo ese tiempo de error, logré comprender que debía de estar con Rubí, que era la chica correcta, pero la tentación que me habían puesto al frente, con una demonio tan frágil y sensual al tiempo fue bastante fuerte y terminé cayendo en esa trampa. Es que ese par de piernas largas, su cuerpo bien formado, sus ojos rojos como el fuego, esas ganas y forma de coquetearme era imposible mantenerme cuerdo. Said suspiró pesado y ayudó a calmarme, pero me era imposible. Me sentía como pésimo, y más cuando mi amigo me contó cómo me buscaba mi mortal, que no perdía el interés, pero que ya llevaba dos semanas sin preguntar nada. Supuso que se había dado por vencida y decidió olvidarme.

Pasé al menos media hora hecho un mar de lágrimas, nervios y desesperación por perder al ángel que tenía de pareja. Said se desesperó de verme llorar y tuvo que darme un par de cachetadas para que me lograra calmar. Cuando las lágrimas cesaron, y los sollozos desaparecieron, retomamos la plática.

—Si realmente quieres regresar con ella y ser fiel como debe de ser, primero tienes que ver si ella aún te quiere. De mi boca no saldrá nada y menos de la de Jessenia. Pero es bastante probable que la hayas perdido ya. Antes venía casi a diario a preguntar si teníamos noticias. Yo no sabía nada, pero me sorprende que Jessenia no se haya conmovido ni por verla llorar.
— ¿Lloró por no verme?
—Un par de veces. —Sonrió de lado— Mi mujer es muy fiel a sus palabras, y si dijo que no te iba a delatar ni conmigo, no lo iba a hacer. Recuerda que te adora por ser un gato, sus criaturas preferidas.
—Dile a tu mujer que le agradezco la ayuda —Le extendí ambos dijes. Tenía un par de amigos bastante fieles, y recompensaría a Jessenia por lo que hizo— Pero simplemente no debí de hacerle caso a mis instintos, como siempre estaban equivocados.
—Supongo que ella fue la que te ayudó todo este tiempo ¿Verdad? Siempre supo dónde estabas
—Es una demonio experta en tentación y en seducción a los mortales, ella sabía qué hacer y a dónde ir.
— ¿Qué te dijo antes de que te fueras?
—Que debía equivocarme en carne propia, una mera conclusión.
— ¿Y tuvo razón?
—Sí.
—Alexander —Suspiró nuevamente— Esta tarde he visto que realmente estás arrepentido. Principalmente porque nunca habías llorado por alguien, ni por la hija de la familia a la que sirves. Te ayudaré en lo que pueda. Confío en que esta joven será la correcta para ti. Pero no te perdonaré que me vuelvas a ocultar las cosas. Soy tu mejor amigo y ahora me siento reemplazado por mi mujer.

Asentí aún con los ojos vidriosos y lo abracé de nuevo. Rio ligeramente y correspondió a mi acción.

—Nadie te va a quitar el lugar como mi mejor amigo. Pese a que recurrí con ella de primera instancia.

Salí de ahí algo más tranquilo, pero sobre todo alimentado porque comí con mis amigos después de mes y medio de no verlos. Jessenia llegó quince minutos después de que terminé de hablar con Said. Al verme se lanzó sobre mi bastante emocionada por volverme a ver y yo le ronronee como siempre.

Salí y fui por las calles, hasta el apartamento de Rubí, nuevamente con mi forma animal. Con mi pata llamé a la puerta. Ella abrió de inmediato y yo maullé como saludo.

— ¿Alexander?

Antes de que yo le contestara, me adentré en su apartamento y regresé a mi forma humana. Le sonreí suavemente.

—Estoy de vuelta.
—Pensé que ya no volverías más. Te fuiste hace más de un mes. —Dijo seca.
—Nunca creí que el trabajo en el inframundo fuera tan duro —Empecé con las mentiras. No podía enterarse bajo ninguna circunstancia. Sé que se enojaría y me dejaría. Me rehúso a perderla.
— ¿Pero ni una llamada? ¿Una aparición? ¡Algo! Ni siquiera tus amigos sabían de ti.
—No fue mi culpa, la familia a la que sirvo me mantuvo mucho tiempo retenido. —Tomé sus manos y sonreí— Te extrañaba mucho. Rubí, sé que, nuevamente, cometí un error. Me desaparecí, lo sé, no te di explicación alguna, tampoco, pero en todo este tiempo que estuve alejado de ti, noté que eras la persona que yo tanto había esperado, porque sé que me cuidas, que me quieres. Mi única duda es: ¿Me esperaste?

Su semblante se relajó notablemente. De una expresión fría y distante, volvió a dedicarme una sonrisa y una mirada como hace tanto tiempo no me daba alguien una: verdadera, cálida y llena de amor verdadero.

—Lo haría toda una vida de ser necesario, Alexander.
—Gracias, princesa —Besé sus manos y la abracé— Gracias por todo. Principalmente por amar a este gato egoísta, desentendido y malcriado.

Rubí no dijo nada más y me besó con ternura infinita. Mientras reconocía sus labios nuevamente, terminé recostado sobre de ella. Lentamente nos separamos y reí ligeramente.

—Creo que aún no termino de hablar. —Me incorporé y la ayudé a que hiciera lo mismo.
— ¿Todavía hay más?

Asentí con la cabeza.

—Ya que llegamos al punto de que me has perdonado, y que yo he prometido no volver a irme, tengo una pregunta más que hacerte.
— ¿Qué pasa?
—Soy solamente yo mismo cuando tú estás conmigo, solo contigo puedo desnudar mi corazón. Princesa, me he dado cuenta, que no debo de buscar ya en ningún lado, hasta la familia a la que sirvo se ha dado cuenta del cambio tan grande, pues pese a todas las ausencias he regresado a tu lado. Cosa que nunca había hecho. Me has cambiado para bien, ya no me interesa saber de alguna otra chica que no seas tú, mi dueña predilecta. —Saqué un anillo de cristal rojo de mi chaqueta— No es como los anillo de tu mundo, éste es diferente, pero te lo explicaré después. Rubí ¿Aceptarías ser mi esposa? Prometo no volverte a fallar.

Sus lágrimas no se hicieron esperar. Ella estaba conmocionada y no sabía si debía contestar algo. Su silencio me hizo eterna la espera, pero se apaciguó al momento que movió la cabeza como señal afirmativa. Extendió su mano y finalmente sus labios se abrieron para decir: «Sí». Esos labios que siempre fueron mi delirio, que deseaba besar a cada momento desde que era mi novia, esos eran los que se separaban para darme la respuesta más ansiada de mí vida. Le abracé con toda la emoción del mundo. No podía ser más feliz en ese momento. Aunque suene extraño después de haberme ido siguiendo una ilusión. Aunque con mi reacción supe que no había sido nada más que eso: Una ilusión. Tomé su mano y deslicé el anillo en su dedo. Una vez que encajó perfectamente, se desvaneció ante sus ojos atónitos.

—Ese anillo se entrega solamente a la mujer con la que el metamorfo desea estar. Cada uno de nosotros tenemos el propio, el color característico es el que representa el amor para nosotros. En mi caso fue el rojo, pues conocí a profundidad a la linda chica de rojo, y esa linda chica de rojo ahora es mi esposa. Una vez que se desvanece en la piel de la criatura a la que se entrega como un acto de amor, no habrá poder que los separe. En mi raza no celebramos las bodas como tal, o cosas por el estilo, estamos demasiado ocupados con nuestras familias o tareas como para celebrar debidamente. Sin embargo, estoy dispuesto a hacer la fiesta más grande que jamás se haya visto en el mundo de ambos solo para ti, para ver tu sonrisa y celebrarlo como lo mereces. La unión por medio del anillo, sólo se podrá romper en el momento que tú lo desees, que tu corazón diga que no me quiere ver más, que tú renuncies a mí, pues no solo entrego mi cuerpo, sino mi alma y poder entero a ti. Estoy a tus pies, para servirte, amarte y hacerte feliz. Hasta el día que lo decidas, estoy unido a ti, y estoy seguro de que será para toda tu vida, pues pienso enamorarte cada día más y no dejarte ir ni de broma.

Rubí me miraba atenta con mis palabras. Asintió ligeramente, una vez que terminó, y me abrazó mientras sus lágrimas de felicidad seguían corriendo. En cuanto a mi anillo, dije toda la verdad, pero no en cuanto a mis sentimientos. Un metamorfo del infierno siempre sabe como engañar a ese anillo, aparte de que tanto Rubí como Electra se relacionaban con el color rojo: Mi mortal por ser de ese color sus ropas el día que la conocí; y mi demonio por ser una experta en el manejo del fuego
.
Electra…

Durante mi confesión, imaginé que era la demonio a la que le hacía mi propuesta, en ese momento supe que había tomado una decisión bastante precipitada, y que no había terminado de olvidar a Electra. Siendo sincero conmigo mismo, dudo hacerlo prontamente, pero debía de sentar cabeza de una vez. No cabe duda, soy un egoísta y un indeciso de lo peor.

Rubí se quedó a dormir ese día conmigo, entre mis brazos, sin ninguna otra intensión más que recordarle que la quería de una u otra manera.

Al día siguiente nos alistamos y comenzamos a hacer la lista de los invitados. Durante la tarde recibimos la visita de la familia a la que sirvo para que conocieran a Rubí personalmente. Pareciera como si fuera el hijo pequeño que se casaba, fue extraño. Aunque sé que ellos sólo querían asegurar que había dejado mi capricho por la paz. Preferí ignorar ese hecho. A Valerie no le hizo nada de gracia que se iba a quedar sin mascota personal, pero siempre lo he dicho: «Soy un cuidador, no una mascota» Aunque no dudo que la extrañaré. A la noche, Jessenia y Said vinieron a felicitarnos y ayudar un poco con la organización. Jessenia se emocionó bastante con Rubí. Habían hecho una buena amistad y supongo que eso me alegraba.

Said me llevó a mi habitación para hablar conmigo seriamente antes de que continuáramos viendo opciones para la fiesta.

— ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?
— ¡Claro que sí! —Mentí— Tu mujer tenía razón, estaba confundido y necesitaba errar. Lo hice y ahora seré feliz finalmente.
—No es solo por tus poderes ¿Verdad?
—No amigo. Realmente la quiero. De hecho hasta había olvidado ese punto.
—Eso espero.

Said sonrió y me despeinó. Salió de la habitación dejándome bastante pensativo. No me arrepentía de entregar el anillo, pero me sentía bastante inseguro.

Adiós a mi vida sencilla, hola a una vida un poco más complicada. Pero lo que más me dolía era: Adiós a Electra. Sabía que después de la boda no debía siquiera de acercarme a ella. Aunque después de lo que pasó dudo que quiera hablarme siquiera.

Electra… te extraño, aunque esté a punto de casarme, te extraño.


Aún te siento mía, a pesar de la distancia. 




martes, 16 de septiembre de 2014

Diario de un Metamorfo [Parte 3]

Cada día que pasaba, sentía como si le perteneciera a Electra por completo. Nuestros encuentros nunca pasaban de besos y unas cuantas caricias juguetonas, y aún así me sentía tan suyo y ella era tan mía. De hecho no nos cansábamos de repetirlo el uno al otro. Cada qué podíamos era escuchar de la voz del otro el reclamo de posesión.

En cuanto a Rubí… la verdad es que tenía mucho tiempo sin verla o buscarla. Mi pretexto usual era: «Tengo que estar con la familia a la que sirvo en el inframundo, lo siento.» Ella siempre entendía. Nunca se desesperaba, nunca reclamaba, siempre me recibía con los brazos abiertos. Sinceramente eso era lo que me hacía sentir peor. Según sé, las mortales nunca soportan tantas ausencias de su pareja… bueno… es que las demás mortales salen con chicos de su especie. No lo sé.

Para estos tiempos, Jessenia ya sabía de mi relación clandestina con Electra. Se supone que se lo debía de haber contado a Said, pero me incline más a contarle a la duquesa de la seducción y la infidelidad. Ella tendría que entender ¿No?

—A ver, déjame ver si entendí —Se llevó una mano a la sien— ¿Estas engañando a Rubí con la demonio que encontraste?
—Eso de engañar se escucha muy feo… pero creo que sí, en concreto es eso.
— ¿Por qué?
—Me gustó Electra… y mucho. Tal vez porque con ella no reparo en hacer las cosas, simplemente las hago. Ella comprende mi trabajo y demás.
—Por un lado, no debería de permitir que le hicieras eso a mi amiga. —Hizo una pausa y yo me hundí en el asiento— Por otro lado, mi naturaleza me dice que te deje hacer lo que quieras. Al fin y al cabo, mi especialidad es la infidelidad de los mortales.
—Espera ¿Qué? —La miré confundido— ¿Estás diciendo que siga siendo infiel?
—Yo solo digo que sigo mi trabajo. —Se levantó y posó detrás de mí— Escúchame Alexander —Me habló al oído— Tú solo este confundido… aunque puedo asegurar que yo no intervine, como sea. Necesitas equivocarte, porque por más que te lo digamos, no vas a entrar en razón. Tienes todas las características de un humano enamorado de su amante. —Nuevamente habló en voz alta, y se posó frente a mí— Si alguien pregunta, puedes culpar que yo intervine solo para experimentar, sólo si te llegan a descubrir. Said no puede saber que estoy ayudándote…me mataría y me mantendría en abstinencia —Soltó una risa burlona— Ve, haz lo que tengas que hacer. Yo te cubro.

Emocionado me levante y le abrace efusivo. Cuando fui a su casa sentía que me iba a gritar, regañar, o decirle a Said. Después de todo, Rubí y ella se habían hecho muy buenas amigas, así que pensé que se podría de su lado. Al parecer, por más que haya dejado su trabajo, le siguen gustando ese tipo de situaciones, pero eso sí, es incapaz de hacerle algo parecido a mi mejor amigo.

Hablando de Said, entró en la casa mientras yo le agradecía inmensamente su ayuda.

— ¿A qué se debe tanto amor a mi esposa?
—Lo seducía solo un poquito, amor —Intervino Jessenia, con voz divertida— ¿Puedo seguir con mi trabajo?
—Oh no, eso solo mientas no estoy en casa —Se apareció detrás de ella y le abrazo por la espalda— Recuerda que soy muy celoso, y tú solo mía.
—Te busco luego, Alexander.
—Me quedaré con las ganas —Le seguí la broma y reí— Sea como sea, yo ya me iba. Tengo cosas que hacer.
— ¿No te quedas a comer? —Preguntó mi amigo. —Me gustaría, pero mi familia me está buscando últimamente —Miré a Jessenia y luego a Said. Solo espero que él no indague o se me note a mí. Por nuestra amistad de siglos es bastante fácil descubrir al otro— Luego vengo a comer.

Me despedí de ambos y, transformado en gato, salí de su casa a perderme entre las calles hasta llegar a mi apartamento. Tenía que dejar todo arreglado para salir al día siguiente con Rubí, y por la noche con Electra. Si pudiera cancelar con Rubí realmente sería muy feliz, pero bueno.

Llegué a mi apartamento, pero las palabras de Jessenia seguían resonando, aunque no quisiera. «Solo estás equivocado» Esa era la principal. «Necesitas equivocarte para poder comprender» ¿Acaso era cierto que debía estar con mi mortal? Eso no es algo común en ninguno de nuestros mundos, pero siempre hay una primera vez para todo ¿No? Aunque sinceramente lo dudo, yo estoy seguro de estar enamorado de Electra, mi demonio consentida.

Mientras organizaba la ropa para el día siguiente, uno de mis compañeros llegó hasta mí. Él, a diferencia de mí, era un «zero». Ya sabes, esas cosas que son mitad ángel y mitad demonio. Bastante neutros en sus trabajos, unos se inclinan más por un bando que por el otro, pero la seriedad es algo común en esa raza. Alegre lo salude, aunque él me vio algo asustado.

— ¿Qué pasa? —Pregunté al notar su tensión— ¿Algo malo? ¿Otra guerra?
—No —Comentó a secas — La familia te busca. Se ven bastante enojados y la señora bastante confundida. ¿Has hecho algo incorrecto? ¿O no has rendido cuentas de tus acciones?
—Al contrario. De hecho, hasta saben de mi relación con Rubí. No entiendo que pasara.
 —Yo menos, pero te recomiendo ir cuanto antes.

Asentí con la cabeza, antes de que un suspiro pesado saliera de mis labios. El zero simplemente me dio una palmada en el hombro, para desaparecer después. Una vez solo, mire el reloj. Confiado de que la situación sería corta, aparecí en el jardín de la casa de la familia a la que sirvo. De inmediato, Valerie, la hija menor, se hizo presente para abrazarme efusiva. Ella me tenía adoptado como una especie de mascota, así que nuestra relación era bastante amena. Le pedí que me llevara hasta dónde sus padres.

— ¿Qué hiciste está vez? Gato travieso, mamá y papá están bastante molestos.
—Estoy seguro de que esta vez no hice nada. Todo ha estado en los lineamientos que me impusieron.
— ¿Seguro? —Preguntó curiosa— Me preocupa que te lleguen a hacer algo por andar de travieso con las personas.

Pique su nariz y le pedí que no se preocupara. La verdad me pareció extraño que los señores estuvieran enojados, así que espero que todo sea solo un malentendido. Valerie se fue, dejándome al pie de la puerta. Un suspiro intranquilo se escapó, y entonces abrí la puerta.

—Alexander —Habló Akop Farell. Él es el demonio filipino que tiene contrato conmigo. Su familia y la mía van de la mano desde hace años, así que me tocó servir a ésta generación— Quiero suponer que sabes por qué te hemos citado aquí.
—La verdad es que no, señor. —Contesté aún confundido— Hasta el momento he informado cada uno de mis movimientos, incluso saben qué tengo una relación con una joven mortal.
—El problema no es ese —Intervino Bietka, su mujer— Lo de menos es la mortal, al fin y al cabo tienen su promedio de vida. Te llamamos por aquella relación clandestina con Electra.

Cerré los ojos, apretándolos fuertemente. Sinceramente no creí que eso llegara a afectar el contrato que tenía, más porque, según yo, Electra no estaba en la «lista negra» de mis jefes. Solté un pequeño soplido, casi imperceptible y acomodé mis ropas.

—Si quieres mantener la libertad que te damos, deberás romper con ella. Y en el remoto caso, que desees liberarte de nuestro contrato, la única opción que te damos es casarte con la mortal.
— ¡¿Por qué?! —Casi grité— Electra no se mete con esta familia, no tiene interés en robar las almas que ustedes tienen a cargo o destinadas, no se meten con sus tierras, ni mucho menos con Valerie. ¿Por qué debo de alejarme de ella?
—Por una razón simple: Es una fugitiva. Se le busca, y no queremos que nuestros nombres se vean afectados por el estúpido impulso de nuestro sirviente.
— ¿Fugitiva?
—Eso no te corresponde saberlo —Se levantó Bietka— Lo que importa es tomar tu decisión. Si nos enteramos que sigues viendo a esa demonio, te revocaremos las habilidades, y sabes lo que eso significa.

Apreté los puños y asentí con la cabeza gacha. El único problema de los metamorfos, es que nuestros dueños nos podrían revocar de los poderes, o simplemente liberarnos del contrato. Si hacían lo primero, aparte de que nos quedábamos a la deriva en cualquier lugar que estemos, nuestra vida se reducía a apenas una semana, depende de cuanto sea el enojo de los superiores; si hacían lo segundo, nuestros poderes y vida inmortal permanecían con nosotros, solo que sin la necesidad de servir a alguna familia, simplemente éramos libres si nos otorgaban la liberación del contrato. Claro está, son contados los que lo logran.

Salí del salón principal, encontrándome de nuevo con Valerie. Corrió emocionada a abrazarme.

— ¡Gato! Pensé que te habían hecho algo malo. Escuché los gritos, y me asusté bastante.
—Te dije que nada me pasaría —Revolví su cabello— Solo un fallo de cálculos por ayudar a una demonio que encontré en peligro, pero ya todo está resuelto.
— ¿Seguro?
—Bueno, lo voy a resolver en cuanto llegue al mundo mortal. Me tengo que ir, prometo venir en la semana para visitarte.

Valerie asintió, me dio un tirón de cabello por «mal portado» y desaparecí del lugar. A veces pienso que nunca debí de haber salido de la residencia de mis amos, pero la verdad es que me aburría bastante ahí. No soy una mascota de 24 horas.

Una vez en el mundo mortal, me di cuenta de que aún tenía un par de horas antes de ir en búsqueda de Electra. Necesitaba hablar con alguien, así que le pedí, nuevamente, un consejo a Jessenia. Juro que tengo las intenciones de contarle todo a Said, pero me asusta demasiado lo que llegue a pensar, o lo que me llegue a decir, supongo que encontraré el momento adecuado en otra ocasión. En menos de  15 minutos, estaba en una cafetería de frente a Jessenia.

— ¿Ahora qué pasa Alex?
—Tengo que alejarme de Electra —Tenía planeado seguir, pero ella me interrumpió.
—Tu familia te ha pedido que dejes a la fugitiva de lado. El problema es que no has terminado de experimentar y te sientes confundido pues sabes que, de cierto modo, no sobrevivirías mucho tiempo de esa criatura que te tiene en confusión. En pocas palabras, necesitas más tiempo para «experimentar» antes de tomar tu decisión.
—Realmente te iba a decir que si seguía con Electra me iban a revocar los poderes, y solamente casándome con Rubí podría liberarme del contrato.
—Creo que eso no me lo esperaba —Bebió un poco de su bebida—Bueno, por parte de Electra sí, era obvio que tu familia no dejaría que te acercaras a una fugitiva, el problema es lo de Rubí. ¿Planeas casarte con ella?
— ¡No! Está bien que no haya roto con ella, a pesar de estar con Electra, pero eso no significa que quiera formalizar a ese grado con ella. ¿Sabes qué pienso? Que, en algún momento dado, ella se convirtió en mi mero amor platónico, algo inalcanzable el pensar estar con ella para siempre.
—Nunca te imaginaste que la familia Farell te diera ese permiso. Pero tampoco puedes estar jugando tanto, Alexander.
—Lo sé. Por un lado, deseo estar siempre con Electra, pero no quiero renunciar a mis poderes, y mi vida, bajo ninguna circunstancia, si me voy con Rubí…
—Alexander, no estás amando de verdad a ninguna, te estás amando más a ti. Eres un egoísta, no has cambiado en nada. —Me recriminó— No has entendido nada, ni porque has visto a tu mejor amigo casado, ni siquiera porque estás viviendo esto en carne propia. Alexander, si amas de verdad vas a dejar lo que tienes por vivir tu aventura con tu otra mitad. Ve que nunca he sido romántica y mucho menos, pero eso es lo que yo he vivido. Perdí mi poder, sí, perdí mi título, también, pero eso no me ha importado para nada, simplemente estoy feliz con Said. Tú interpones tus poderes ante Electra o Rubí.
— ¿Vivir una aventura?
—Una relación verdadera es toda una aventura loca.
—Necesito un poco más de tiempo, Jessenia —La miré suplicante— Por favor, ayúdame a escapar.
—Lo que me estás pidiendo es demasiado. No puedo.
—Jess, eras la más rebelde, la que menos pensaba en las consecuencias.
—Eso cuando estaba sola. Ahora necesito pensar por mi marido, por mí, y por nuestro hijo.
—Su ¿Qué?
—Sorpresa —Rió— pero ese no es el punto ¿Para qué necesitas el tiempo?
Enmudecí un instante y sonreí.  Está bien, eso era más sorprendente que nada. Ya tendría tiempo después de felicitarlos a ambos, e incluso molestar a Said por eso.
—Me quiero ir por un tiempo con Electra. Prometo que si nos capturan nunca mencionaré tu nombre.
—Aún si no lo mencionas, con rastrear la energía que tienes es suficiente para saber que yo fui la creadora de esa locura.
—Por favor.
—Said se enterará de esto —Suspiró pesado y yo la vi triste. Supe que no me quedaba de otra, tampoco le podría cargar toda la mano a ella.
—No importa. Prometo también apoyarte con él, solo ayúdanos a escapar.

A regañadientes, aceptó ayudarme. Solo necesitamos que no nos puedan rastrear cierto tiempo. Fuimos hasta el apartamento de ella, sacó algunas cosas de su maleta, un par de dijes rojos, para ser exactos, y me los entregó.

—Esto es lo que yo usaba para ver a tu amigo, y nadie se enteraba de mi ausencia.
—Gracias —Tomé ambos y le miré dudoso— ¿Cómo los uso?
—Una vez que estén juntos, ponen una gota de la sangre en el centro del dije contrario. Brillará por un momento, y luego los esconderá como unos simples mortales. Si uno se deshace del dije, el hechizo se rompe y darán con ustedes de inmediato. ¿Qué harás con Rubí?
—Lo de siempre: Estoy en el inframundo con mi familia.
—Es la última vez que te voy a ayudar, si con esto no resuelves tus sentimientos, estarás solo.
—Ya te dije que estoy seguro de querer a Electra.
—Sé diferenciar entre pasión y amor, lo tuyo es pasión…creo que por ambas.

Para variar, me defendí de sus palabras, aunque no llegamos a nada. Jessenia está convencida de que no siento nada por nadie, más que atracción superficial, o pasión. Yo sé que está equivocada, amo a Electra y no hay vuelta atrás.

Salí corriendo de su apartamento, con ambos dijes en mi hocico (es más fácil moverme en mi forma de gato) hasta arribar ahí. Tomé un par de prendas, las metí en una bolsa cualquiera, no dejé ni una nota, nada. Salí nuevamente de ahí hasta donde tenía que verme con Electra.

Con mi forma humana, me abrí paso en nuestra pequeña guarida. Cuatro simple paredes, un cuarto cualquiera, algo desordenado y oscuro, pero suficiente para que ambos estuviéramos a gusto con el otro. Electra ya estaba en el lugar, miraba por la ventana mientras me esperaba. Una vez que notó mi presencia se lanzó a abrazarme.

— ¡Mi gato! —Me besó tierno como bienvenida— Tú no eres impuntual ¿Qué pasó?
—Estaba planeando algo —Correspondí al beso y no la solté. Necesitaba más que nunca estar entre sus brazos—Bonita, te propongo algo.
— ¿Qué pasa por tu mente?
—Hay que escaparnos.
— ¿Cómo? —Me miró confundida y sorprendida.
—Sí, vámonos. Dejemos de lado todo, creemos una vida alterna, olvidémonos del resto.
—Pero gato ¿Tú familia? ¿Tus amigos? Y en especial…. —Apretó los labios— Ella…Rubí ¿Qué hay con ellos?
—Olvídate de ellos, simplemente seremos tú y yo, como en este cuarto, pero ya sin la necesidad de escondernos.
— ¿Estás seguro?
—Tan seguro como que soy tuyo.

Me envolvió en un abrazo efusivo y un beso lleno de amor y ternura. Nunca había sido tan feliz rompiendo las reglas, y menos en compañía. Realmente me hacía sentir vivo esta situación, y más el pensar que la compartía con la chica que tanto me gustaba. Acto seguido a nuestro beso, seguimos las instrucciones que me había dado Jessenia. Nos colgamos los dijes al cuello, y partimos, tomados de la mano, a una ciudad vecina de dónde estábamos originalmente.

Es hora de vivir la aventura de mi vida. No puedo vivir eternamente escondido, pero lo haré por el tiempo que me sea posible.


Lo siento Rubí, pero no puedo estar más contigo… 




sábado, 13 de septiembre de 2014

Diario de un metamorfo [Parte 2]

Se supone que las cosas debían de ir tranquilas. Había escogido a Rubí porque, se supone, era la chica indicada. Bueno, he de aceptar que ella me quiere, me consciente, aguanta mis transformaciones de la nada, me cuida como su mascota y su novio, e infinidad de cosas más; o sea es la novia perfecta para cualquiera, pero a mí no termina por llenarme. Algo le falta y no sé qué es.

Pasaba las tardes y las mañanas con ella, pero nunca las noches. Al parecer estaba criada de un modo algo conservador y eso me parecía bastante lindo, nunca me molestó, o al menos eso era lo que creía.

En un mal momento, un tiempo en el que ella tuvo que salir debido a su carrera, salí de paseo y me encontré con la tentación en persona. Una chica demonio, un perfecto ejemplar de demonio. Sí, sé que debo de ser leal a la familia que sirvo, sin embargo no pude evitar el acercarme a ella. Pese a su naturaleza destructiva y explosiva la veía tierna e indefensa. Supuse desde el primer momento que no salía mucho del inframundo, ya que estaba bastante golpeada por, lo que supe detectar como, armas de seguridad familiar. Cuidadosamente me acerqué a ella. Estaba tirada en un callejón, cubierta apenas por una caja y en plena tarde lluviosa.

— ¿Te encuentras bien? —Corrí un par de mechones de cabello de su rostro. Ella retrocedió.
—Sí, vete. Estoy bien —Trató de levantarse pero volvió a caer al suelo. Sus piernas no reaccionaban correctamente.
—No quiero dañarte, al contrario.
— ¿Quién eres tú? ¡Aléjate! ¿No has entendido que no necesito la ayuda de nadie?
—Tranquila —Le sonreí dulcemente— Me llamo Alexander Cabrera, soy un metamorfo, cuidador de demonios. No te dañaré, lo prometo —Le extendí la mano— Conozco a alguien que te podrá ayudar.

Indecisa accedió a tomar mi mano. La tomé en brazos y me fui con ella hasta la casa de Said y Jessenia. Jessenia es un as con ese tipo de curaciones y demás…supongo que es por las raíces de su título y demás… o porque era forever alone y no le quedaba más que estudiar para ser un orgullo en su familia. No tardamos mucho, ya que decidí usar la velocidad que poseo, aún si llamaba un tanto la atención, lo primordial, para mí, en ese momento era que la chica se recuperara.

— ¡Jessenia! —Grité desde fuera con la chica en brazos— ¡Jessenia, abre! ¡Es una emergencia!

Escuché unas pequeñas risitas desde dentro. ¡Oh Cielos! ¿En qué estaría Jessenia con Said en este instante? Creo que prefiero no saberlo. Esperé unos instantes y mi amigo me abrió la puerta, enfundado en su bata de baño, cosa rara ya que él siempre utiliza pijama. Un escalofrío me recorrió la espalda de solo imaginar en qué los había interrumpido.

— ¿Qué pasa Alexander? —Preguntó Said, mientras me dejaba pasar.
—Me encontré con ésta joven —Señalé con la mirada a la chica que iba en mis brazos, ya inconsciente— está muy malherida y sé que tu mujer es la única que sabe cómo cuidar estas heridas. Por cierto, perdón si los interrumpí.
—No te preocupes, bonito —Salió Jessenia del cuarto de ambos. Vestía una de las playeras de Said. Nuevamente el escalofrío, aunado a un gran sonrojo. — Estamos para ayudarte. Ponla en el sofá con cuidado. Amor, tráeme mi maleta, está en el closet.

Said asintió y salió en busca de lo que su mujer le pidió. Jessenia me despeinó de manera fraternal y soltó una risita, seguido de un: «A la siguiente ten más cuidado». Me limité a asentir con un sonrojo aún más notorio. Said volvió al instante siguiente y le entregó la maleta solicitada. Jessenia se arrodilló sacó un par de cosas y comenzó a revisar a esa joven. Ahora que lo pienso, sigo sin saber su nombre.

Tras varias pomadas, varios hechizos suaves, y cambio de energía de Jessenia a la joven desconocida, las heridas desaparecieron gradualmente. Suspiré de alivio.

— ¿Dónde la encontraste?
—A unas calles de aquí. Supe que era demonio de inmediato y por eso la traje aquí. Sabía que era la única que podía ayudarla.
—Ten en cuenta una cosa, Alexander —Said se incorporó y posó la mano sobre mi hombro— No es recomendable que estés cerca de una demonio. Nosotros somos tus amigos, y es obvio que no debes dejar de obedecer a tus amos. Sin embargo, no sabemos quién es esta chica, ni de dónde proviene, y mucho menos sus intenciones. Sé cuál es tu tarea, pero no te metas en problemas ¿Está bien? Te lo digo como amigo.
—Tranquilo, solo sentí la necesidad de que fuera curada. Prometo dejarla ir en cuanto despierte.
—Si quieres que pase la noche aquí. Por nosotros no hay problema —Intervino Jessenia con voz suave.
—Ya les di bastantes molestias por hoy. La llevaré a mi apartamento y la cuidaré ahí por esta noche.
— ¿No tendrás problemas con Rubí por eso?
—No creo. —Sonreí mientras miraba a la chica dormir— Jess  ¿Puedes abrir un portal para mi apartamento? No quiero que se despierte a medio camino y demás.

Mi amiga asintió. Con un chasquido de dedos se abrió un portal en la puerta de la casa. Tomé a la joven en brazos y, tras escuchar las recomendaciones de Jessenia, desaparecí con ella hacia mi apartamento. Una vez allí, la llevé hasta mi cuarto y la recosté en mi cama. Debía de estar lo más cómoda posible, así que no dudé en ponerla ahí, yo podría dormir en una colchoneta o en el sillón de la sala, tal vez no debería ni de dormir por cuidarla.

A eso de las 3 de la mañana me quedé dormido al pie de la cama, checando que aquella cautivadora chica se encontrara en las mejores condiciones. Esa noche, pese a que no dormí en cama, fue una de las más reconfortantes de mi vida. 

A la mañana siguiente, una suave caricia en mi cabeza me despertó. Aún adormilado, ronronee como agradecimiento a ese cariño, e inclusive me acerqué más a esa mano misteriosa. Reaccioné de inmediato y levanté bruscamente la cabeza, asustando a la chica que cuidaba.

—Yo…Eh…—Tartamudeé— Lo siento, pero nunca me habían despertado con caricias.
—No te preocupes—Rió suavemente. Una risa suave y dulce, casi me podía dar caries con escucharla reír. Su voz aterciopelada hacía juego con su risa— Creo que fue mi error por ser inoportuna con tu sueño.
—Eh…no importa —Sonreí como respuesta— Un gusto, soy Alexander Cabrera. Creo que ahora si me podrías corresponder la respuesta ¿Cierto?
—Claro. Me llamo Electra. Soy demonio de raza B. ¿Tú eres un metamorfo felino, verdad?
—En efecto. Soy el cuidador de la familia Farell, mejor amigo de una de las reencarnaciones de Astartea y su esposo.
— ¡Ah! Sí, he escuchado esa historia, no se deja de hablar de ello desde sus nupcias
—No es la gran cosa, solo un arrebato de amor.
—Creo que tú también me suenas conocido… no estoy segura de dónde, pero tu nombre me suena.

Me encogí de hombros y reí ligeramente. La verdad no soy una criatura muy conocida, por lo cual se me hace extraño que alguien sepa de mi existencia.

La invite a desayunar conmigo. Supongo que eso no afectará mucho ¿O sí?

Desayunamos algo ligero. Mientras tomábamos los alimentos, nos conocíamos más y más. Me di cuenta de que ella no era ningún peligro para mí. Estaba dañada, y por ende no quería dañar de la misma manera. Nunca me dijo las razones por las que huyó del inframundo, solo me dijo que a partir de eso no volvería a confiar en nadie, y mucho menos en los de su raza. Sin embargo, en mi comenzó a confiar casi de inmediato.

Electra, creo que lo dije, pero lo reitero, me pareció tan dulce y tierna, que me daban ganas de cuidarla y protegerla, cuando apenas y podía cuidar de mí y de mi inestable relación con Rubí. No importa. Le ofrecí mi apartamento en lo que ella conseguía un lugar donde vivir en este lugar. Ella acepto gustosa, sin reclamos, ni pretextos. Supongo que ella encontró la calidez que buscaba en mí. Yo que sé.

Días después, Rubí regreso a su apartamento. El problema era que yo estaba tan entretenido con Electra que casi no podía ir a verla. Corrección: simplemente no quería separarme de mi ardiente demonio. Su especialidad era el manejo del fuego, podía aparecerlo de la nada y usarlo a su mejor conveniencia, por eso lo de «ardiente».

Una tarde de viernes, me encontraba con Electra viendo una película cualquiera en la sala, cuando el timbre de la casa se hizo escuchar. A regañadientes me levante y fui a abrir la puerta. La verdad es que creo que cada día se me dificulta dejar a Electra sola aunque sea por solo segundos. Una vez que abrí la puerta de par en par, me quedé helado. Rubí estaba del otro lado de la puerta. Creo que había olvidado que tenía que ir a verla esa tarde y ella se me adelantó.

—Hola mi gatito —Me robó un beso en los labios y entró al lugar.
—Hola, princesa —Cerré la puerta y fui tras ella— Te vería dentro de unas horas, no tenías porque venir hasta acá.
—Realmente no podía resistir, te extrañaba bastante. —Ingresó a la sala y vio a Electra en el sofá—  Hola ¿Quién eres?
—¡Ah! —Se levantó del sofá y saludó— Soy Electra, amiga de Alexander. Me estoy quedando aquí por un tiempo.

Rubí la miró confundida y a mí me vio fúrica. Con un gesto de su mano me indicó que saliéramos, y así lo hicimos. Cerré la puerta principal, para evitar que Electra nos escuchara.

— ¿Por qué no me habías dicho nada?
—Es que no es tan importante. —Traté de defenderme— Es conocida la familia a la que sirvo y me pidieron que la cuidara. Tú sabes que no puedo decir que no ante mi familia protegida. —Le acaricie el rostro, tiernamente— Prometo que se irá en unos días.

A pesar de no estar muy contenta con la situación, aceptó porque comprendía mi trabajo con la familia a la que sirvo. Aunque lamentablemente ella no haya tenido nada que ver, pero bueno.

Mi salida con ella, en esa tarde, se canceló. Dijo que prefería esperar a que la chica se fuera para retomar las riendas de nuestra relación. Yo acepté y la llevé hasta abajo del edificio. Un dulce, suave y tierno como despedida. Después, partió.

Regresé hasta mi piso y mi apartamento. Electra estaba en el sillón, abrazaba sus rodillas y escondía el rostro en ellas. Me acerqué poco a poco y tome asiento junto a ella. No dijo nada, solo se hizo a un lado. El silencio reinaba tanto que me alarmaba.

— ¿Qué tienes, bonita? —Pregunté tranquilo. No hubo respuesta. — ¿No piensas hablarme?

Tomó la cobija con la que estábamos cubiertos y se fue hasta la habitación. Confundido suspiré y la seguí como acto inmediato. Esta vez la encontré sobre la cama, acostada y en silencio. Me recosté detrás de ella y la abracé. Se volteo hacia a mí y correspondió el abrazo.

—No quiero causarte problemas con tu novia —Habló con voz baja— Lo mejor será que me vaya. Gracias por el tiempo que me cuidaste.

Tras estas palabras se levantó de la cama, dejándome con un sentimiento bastante molesto. La mire por un instante como se hacía de sus cosas. Reaccioné y la tome por el brazo.

—No, tú no te puedes ir —La atraje hacia a mí y la estreche fuertemente contra mi— Electra, no sabes la falta que me harías. Por favor, no te vayas.
—Yo no tengo porqué hacerte falta —Replicó al borde del llanto por frustración— Tú tienes una novia, a tus amigos, una vida ya hecha.
—Me harías falta, en poco tiempo te he tomado un gran cariño. Simplemente no puedo dejarte ir.
—Yo...Yo…Alexander, hay algo que quiero decirte desde hace tiempo— Se separó de mí y me miró a los ojos— ¡Te quiero! Me gustas demasiado… por eso no me iba de aquí. Gato, tú ya tienes una pareja, no tengo porque figurar en tu vida. Tengo que irme, es mejor para los dos.
—Te necesito conmigo. Me harías falta cada día. La forma en que nos peleamos, en que me consientes, esas caricias tuyas que me hacen ronronear incluso si no quiero. También te quiero, y no sé desde cuando empezó a ser así.

La atraje de nuevo hacia mí y acaricie su espalda tímidamente. La verdad es que ese abrazo me hacía sentir tan bien que no deseaba romperlo. Ella se removía por mis caricias. Sabía que no estaba bien, sin embargo, los corazones de ambos latían a un mismo ritmo, algo imposible de frenar.

Un par de besos en la mejilla me regaló. Ninguno de los dos podríamos resistir por mucho tiempo si seguíamos en esa posición. Nos miramos a los ojos un instante. Su mirada ardía como el fuego que ella controlaba. Quería resistirme más, no debía de ser infiel a Rubí, pero creo que mi promesa la olvide, ya que al sentir sus labios sobre los míos, no pude evitar el corresponder a ese beso tan exquisito que me regalaba. La besé y me besó con toda su alma. La estruje más a mí, y entonces el contacto entre ambos se rompió.

—Lo siento gato. No debí de hacer eso.
—Al contrario —Intervine de inmediato— Gracias por hacerlo, no sabes cuánto lo necesitaba. Quería probar tus labios desde el momento en que te vi.

Su boca se encorvo en una bella sonrisa. No pude evitarlo y de nuevo la besé. Realmente estaba olvidando mi promesa, pero eso era lo que menos me importaba. Tal vez te preguntes el porqué accedí a esa tentación: con Electra no debía de fingir, ella simplemente me dejaba ser. No se le hacía raro mis transformaciones, mis ronroneos, en fin nada de mí. Simplemente podía ser yo mismo, sin la necesidad de disimular mi naturaleza. Me sentía bastante a gusto y ella lo sabía.

No dejaba de devorar sus labios en ese instante. Eran una adicción, necesitaba más y más a cada momento. Mejor dicho, la necesitaba a ella entera. Poco a poco la acorralaba en la pared. Ella acariciaba mi pecho y mi espalda al tiempo. La situación se nos iba de las manos a cada instante. Con un poder sobrehumano nos separamos jadeantes y deseosos del otro.

—Yo, lo siento —Habló con un hilo de voz— Tú tienes novia, y aunque no quiera, debo dejarte ir. Pero es que ¿Cómo renunciar a ti?

Con esas palabras algo dentro de mí se rompió. Mi cordura, para ser más precisos. La verdad es que tampoco estaba dispuesto a dejarla ir.

—Sinceramente tampoco deseo renunciar a ti. —Deposité otro beso sobre sus labios entre cada palabra.
— ¿Entonces qué vamos a hacer?

Me quedé pensativo un instante. La verdad es que tras esos besos yo deseaba más de ella, más de sus caricias, del néctar de sus labios. La besé de nuevo con ternura. Tras separarnos, le miré a los ojos.

—Que esto sea nuestro más dulce secreto. ¿Te parece?
—Pero no es correcto. Aparte ¿Cómo qué secreto?
—Me sorprende que siendo demonio te tientes tanto el corazón —Piqué su nariz— Estamos nosotros aquí mismo. Simplemente no hagamos caso del exterior ¿te parece? En estas cuatro paredes seremos libres de lo que queramos. Solo estamos los dos juntos y que el mundo ruede.
— ¡Está bien! —Soltó feliz— ¿Eso quiere decir que somos novios?

Ladee la cabeza y ella comprendió que eso no podía ser como tal. Asintió y se abrazo de mí nuevamente, acariciando mi espalda y parte de mi nuca.

—Mientras seas mío lo demás no me importa.
—La verdad es que soy más tuyo que de ella.

Con esa sonrisa tan linda, y con esos labios de caramelo besando los míos, aceptó que nos viéramos cada noche ya fuera en su departamento o en el mío. Las noches eran bastante traviesas, ya que sólo ella y yo sabíamos de nuestras escapadas. Siempre encerrados, pero eso era lo de menos, podíamos disfrutar del contrario y eso era lo que nos importaba más.

La relación entre Rubí y yo cada vez se enfriaba más, o al menos por mi parte, ya que ella seguía tan cariñosa conmigo como siempre.

Si tan solo supiera que este gato ya ha cambiado de dueña desde hace bastante tiempo.




domingo, 7 de septiembre de 2014

Diario de un metamorfo [Parte 1]

Una nueva historia. Sé que he estado bastante perdida, y que debo capítulos de «Inconfundible» pero en estos días prometo ponerme al corriente con esa historia, y subir esta completa.

Primeramente, pondré qué es un metamorfo, y después daré inicio con la historia. Como dato, ya es sabido mi gigantesca afición por las criaturas sobrenaturales. Pese a que amo más a los demonios, decidí crear esta historia por... porque no tenía nada qué hacer. [LOL]

METAMORFO: Los metamorfos son seres humanos con la capacidad de cambiar su forma a la de un animal. El origen de esta especie se encuentra en la magia blanca más antigua de la humanidad.

DIARIO DE UN METAMORFO: PARTE 1

¿Por qué el amor siempre debe de ser tan difícil?

Estamos conectados con una sola persona, a quien tenemos destinada desde que nacemos; El problema es encontrar a esa persona en el momento preciso para no tener que pasar por situaciones descabelladas. Aunque bueno, tampoco es como que crea en las locuras que dicen los mortales.
Primero que nada, me presento: Me llamo Alexander Cabrera, soy un metamorfo. Ya sabes, esas criaturas que pueden tomar diferentes formas. Yo, en especial, me transformo en un felino, si un gato doméstico; soy tierno y apapachable, pero en mi forma de humano a veces me fastidia tener tanta atención. Soy alto, ojos cafés y cabello rubio cobrizo.

Nunca he sido gato de una sola dueña, mi mejor amigo, un demonio, que de diabólico no tiene nada, me recrimina hasta el cansancio que debo sentar cabeza, buscar una chica que me quiera y dejar la vida que llevo.

Como dato respecto a mi vida: voy con mi forma de animal, dejo qué una que otra mortal me consienta y me desaparezco; como humano voy, coqueteo y, tras pasar un par de noches, desaparezco de la vida de las jóvenes. También sirvo a la familia de demonios con la que tengo contrato, bueno, mi familia tenía el contrato desde hace varias generaciones, pero eso es otro asunto. Siempre ha sido así, nunca he pensado en sentar cabeza, hasta una noche: La boda de mi mejor amigo.

—Una boda de demonios ¡Qué lindo! —Chille emocionado al ver a mi amigo enfundado en su traje.
—Me va a encantar cuando yo diga: « ¡Una boda de metamorfos!» —Rió y yo le saque la lengua.
— ¿Alguna vez te he dicho que eres un fastidio cuando te enamoras?
—Lo dices desde hace 3 siglos, Alexander.
—Es que es la verdad, Said.

Said y yo salimos para encontrar al jefe de su clan. No eran la gran cosa las uniones de este tipo, y menos para un demonio de baja categoría, pero él quería hacer lo mejor posible para su duquesa del inframundo. Su historia parece casi de libro: la chica rica se enamora del pobre y termina dejando todo por él. Es cierto que Jessenia perdió mucho con ese matrimonio, pero no le importó, se le ve feliz con mi mejor amigo.

Presencié una ceremonia nada fuera de lo normal: Palabras «bonitas, un pacto de sangre y entrega de las prendas más importantes para cada uno. Lo único que me pregunto: ¿No duelen esas enredaderas en sus muñecas para el pacto de sangre? Después de eso, la pareja se fue a perder y yo regrese al mundo mortal. No soy apegado a estar mucho tiempo en el inframundo o en mi manada.
Vagaba por las calles y entré en un bar cualquier. No sería ni la primera ni la última vez que yo hacía eso. Me senté en la barra y pedí un whisky; mientras lo tomaba vi pasar por la calle a una linda joven: Alta, esbelta, de ojos grises, cabello negro. Vestía unos jeans ajustados y una blusa roja ajustada, que resaltaba su buen cuerpo.

Dejé el dinero sobre la barra y salí al encuentro con la joven. Corriendo entre la gente, le di alcance dos calles más adelante. Toque ligeramente su hombro y ella se sobresalto, pero se giró para verme.

— ¿Hola? —Respondió algo desconfiada. 
—Hola. Mi nombre es Alexander Cabrera ¿Puedo conocer el tuyo?
—Rubí. ¿A qué se debe su presentación?
 —Bueno, es que la vi pasar y pensé: «Definitivamente debo saber quién es esa linda chica de rojo» —Le mire de un modo tierno— Por cierto, tu ropa hace juego con tu nombre.
—Gracias —Soltó una pequeña risa, divertida— ¿Qué haces por estas calles?
—Bueno, pasé a tomar una copa después de una boda. —Reí— ¿Tú?
— ¿Una boda? No pareces salido de una —Miró mi ropa y sonrió divertido— Voy algo de prisa, tengo que presentarme en la academia.
—Oh, perdona si te interrumpí. Una cosa antes de que te vayas ¿Podrías darme tu número telefónico? Quiero seguir conociendo a la linda chica de rojo.
 —Está bien —Extendió una tarjeta de presentación hasta mi— Llámame cuando gustes y podrás seguir conociendo a la «linda chica de rojo»
Ansioso, tome la tarjeta y asentí. Era la primera vez que me sentía de esa manera. Me gustó verla sonreír desde el principio y el verle siempre así se convirtió en mi principal objetivo.
—Te llamaré mañana mismo.

Sonrió divertida y asintió. Se despidió con un gesto de su mano, para después abordar un taxi.
Mire embobado su taxi, hasta que lo perdí de vista. Revise la tarjeta que me había dado y miré su título: Bailarina profesional. Creo que eso explicaba su buen cuerpo y ese porte para caminar que tiene.

Desde ese día perdí ligeramente el sentido de lo que era yo. Ya no me importaba encontrarme con nadie más que no fuera con ella: El chico coqueto había desaparecido. Said me miraba asombrado cada que yo hablaba de ella. Jessenia no podía creer que me hubiera fijado en una sola mortal. No había duda que yo era más interesante que un fenómeno de circo.

Una noche como cualquiera, planeamos una cena en la casa de los recién casados. Claro, en una del mundo humano ya que ella no podía entrar al inframundo, a menos que quisiera morir. Algo casual, una salida entre amigos, aunque no faltaron los comentarios de Said para molestarme y hacer sonrojada a Rubí. ¡Se ve aún más linda sonrojada!

Tras la cena, me ofrecí a llevarla hasta su apartamento, a lo cual ella no se negó.

— ¿Te cayeron bien mis amigos? —Pregunte apenado. ¿Quién demonios los manda a estar diciendo esas cosas sin sentido?
— ¡Claro! —Comentó emocionada— Son bastante agradables, aunque parece que les gusta molestarte.
—Jessenia nunca había sido así, pero desde que está con Said se ha vuelto... —Sonreí divertido— Su frialdad por ser la duquesa del inframundo quedó en el olvido y pudo ser quien quería ser a lado de mi mejor amigo
— ¿Título de...duquesa del inframundo? —Pregunto divertida— ¿A qué ese apodo?
— ¡Eh! A nada en especial —Sonreí culposo y agradecí que hubiera pensado que era una broma— Bien, yo no sé la razón, cuando la conocí ya tenía el apodo.
—Es la primera vez que me topo con ese tipo de sobrenombres
Asentí y la invite a sentarnos un rato en una banca del parque por el que pasábamos. Realmente quería formalizar una relación con ella. Me gustaba y mucho, mis amigos la aceptaron de inmediato ¿Qué más podía yo pedir? Era la chica ideal para mí.
—Rubí —Rompí el silencio una vez que nos sentamos juntos— Quiero confesarte algo.
—Dime Alexander ¿Pasa algo grave? —Preguntó preocupada.
—No, no, nada de eso —Negué frenético con ambas manos— Es solo que...
—Habla tranquilo, yo te escucho —Me sonrió y posó su mano en mi hombro.
—La verdad es que me gustas y mucho. Desde que te vi pasar frente a ese bar me atrajiste. Eres bastante bonita, una gran persona, mis amigos te adoraron de inmediato al igual que yo. Simplemente eres ideal para alguien como yo. Tal vez no soy la mejor persona del mundo— Tampoco del mundo inmortal— pero realmente quiero intentar algo contigo, cambiar al gato coqueto que soy y tener una pareja estable por primera vez en la vida. ¿Quisieras ayudar a este gato a redimirse de sus actos pasados?

Me miró atónita y enternecida. Paso la mano por mi mejilla, a lo cual no pude evitar ronronearle. Sus caricias eran bastante cálidas, me hacían recordar lo bueno de mi manada, el calor de hogar; ¡Amaba que me acariciara! Aunque tampoco es como si lo hiciera muy seguido. Algo extrañada por mi ronroneo, asintió ligeramente con la cabeza.

—No estoy del todo segura del porque te refieres a ti como un gato, pero me encanto tu confesión. Debo admitir que tú también me gustaste desde el primer momento en que te vi. Tu tierna forma de ser conmigo, tus bromas y tus pequeños berrinches cuando te hago enojar de vez en cuando. Al principio creí que eras un conquistador más, pero al irte conociendo me di cuenta de que tenias mucho más que dar, algo que no es simplemente una cara bonita. Nunca creí que yo iba a llegar a ser esa persona que tú necesitabas para cambiar.
— ¿Quieres salir conmigo?
— ¡Claro que quiero salir contigo! Espero poder ayudar al gato para que deje de estar de coqueto.

Le abrace emocionado y, por primera vez, la bese como tanto anhelaba. El sentir nuestros labios unidos fue una sensación única, el sabor de su boca era simplemente exquisito, la ternura de ese beso era una delicia. La sensación y la delicia del primer beso, fue tal cual me la había imaginado en mis fantasías nocturnas. Nos separamos lentamente, solo para mirarnos a los ojos.

—Hay sólo una cosa que no sabes sobre mi— Dije casi en un susurro— Prometo decírtelo con el tiempo y en el momento preciso.
—Esperaré el tiempo necesario, mi dulce y adorable gatito— Acarició mi cabellera y ronronee otra vez— Me gusta eso que haces.
— ¿Te refieres a mi ronroneo?
—Sí.
—Alégrate, a muy pocas personas les ronroneo. 
—Me siento una dueña muy afortunada.

Bromeó y yo reí. Le bese nuevamente, para después seguir con el camino a su apartamento. Realmente podría acostumbrarme a besar sus labios una y otra vez. Tengo una nueva adicción: Ella. Ella me llena por completo, sinceramente no podría sobrellevar una vida sin ella. O eso creía.
Pasaron dos semanas de noviazgo con ella. Todo iba bien, pero cada día se me hacía más difícil olvidar mi naturaleza felina.

Pasábamos la noche en su apartamento. Mirábamos una película. Supuse que era el momento adecuado, tal vez sólo porque estaba acurrucado en sus piernas y ronroneando ante sus caricias, no lo sé. Me incorporé y le miré de frente. Pause la película.

— ¿Recuerdas que te dije que había algo que no sabias de mi?
—A la perfección gatito ¿Por qué?
—Ha llegado el momento que te diga mi secreto.
—Te escucho.
— ¿Crees en que existen criaturas diferentes?
— ¿Algo así como ángeles, demonios y ovnis? En los últimos creo, pero no en los dos primeros.
— ¿Alguna vez has escuchado hablar de un metamorfo?
—Me suenan, pero realmente los desconozco ¿Qué son?
—Un metamorfo es una criatura, un hombre o mujer, con la capacidad de transformarse en uno o más animales. Los más conocidos son los hombres lobo, pero a ellos se les conoce como licántropos.
—Oh... Vaya pero ¿A qué viene todo eso?
—Yo... Soy un metamorfo. Soy mitad hombre y mitad gato.
—Eso... Eso no es posible —Comentó bastante alterada y sorprendida por mi confesión— Esas criaturas son ficción, cosa de las películas o libros.
—No, no lo somos. En este mundo hay de todo, aunque nos mantenemos ocultos. Has convivido con un metamorfo y con una pareja de demonios.
— ¡Eso es imposible! —Renegó bastante nerviosa— Si es así... Muéstrame que es cierto, conviértete en la cosa que dices ser.
—Primeramente ¿Nunca te pareció raro que te ronroneara cada que estaba feliz?
—Bastante, pero creí que era un juego.
—Nada de eso.

Me puse en cuatro, sobre la alfombra de su casa, me concentre lo bastante bien y me transforme rápidamente. Mis manos y piernas fueron reemplazadas por cuatro patas cortas y peludas, del término de mi espalda nació mi cola; las facciones humanas se transformaron en las de un animal, mis pequeños ojos redondos se volvieron alargados y verdes. De mis mejillas crecieron bigotes largos y casi transparentes. Todo mi cuerpo estaba cubierto de un pelaje suave, brillante y de color negro. Una vez concretada mi transformación, miré a Rubí, quien me observaba aterrada. Maullé y moví la cola y orejas.

— ¿A...Alexander?
—Meow...
—No puedo creerlo. Debo estar soñando ¿Verdad?

Negué ligeramente con la cabeza. Subí nuevamente al sofá y luego a sus piernas. Busque la posición más cómoda y así me quede. Rubí, con su mano temblando, me acarició, a lo que correspondí con mis típicos ronroneos. Un instante después, se desmayo de la impresión.

Un par de minutos después, en los que mis dos mejores amigos llegaron, Rubí finalmente despertó. Nos miro a todos alternadamente. Jessenia le acercó de inmediato un vaso con agua. A duras penas logró beber un par de sorbos.

— ¿Estás mejor, princesa?
—Sí, algo —Sonrió levemente— Acabo de tener un sueño extraño, te veía transformado en gato... Me decías que eras un metamorfo y ellos —Señaló a Said y a Jessenia— una pareja de demonios.
—Reencarnación de Astartea, para tu información. Duquesa del inframundo que dejó todo por el demonio distraído que más he amado en toda mi eternidad —Mencionó, y se giro ligeramente hacia Said al decir lo último.
—Yo sólo soy un simple demonio... —Se encogió de hombro— Bastante habilidoso, pero nada más.
—Por cierto yo fui a su boda y fue realmente extraño. Odio ir al inframundo.
—Ustedes deben de estar bromeando. —Musito sería— ¿No creen que esto ya fue bastante lejos?
—Querida —Tomo Jessenia las manos de Rubí— Me encantaría decirte que esto es un sueño y que tú novio solo es un sujeto que le da por ronronear, pero la verdad es que él es un metamorfo y mi marido y yo somos un par de demonios.
—Eso no puede ser cierto. ¡Simplemente no puede! —Grito— Ahora les pido que los tres salgan de aquí...
—Si eso quieres. Pero realmente no mentimos —Intervino Said— Así como Alexander se puede convertir ante tus ojos, nosotros podemos comprobar lo que decimos.
—No quiero ver nada más. ¡VÁYANSE!

Solté un suspiro y asentí suavemente. Creo que lo que le contamos no era la cosa más sencilla de creer. Mis amigos trataron de subirme el ánimo, pero lo único que quería era estar solo, hasta que Rubí se hiciera a la idea de que, criaturas como nosotros no sólo existían en la ficción de las personas.
Pasaron al menos dos semanas, donde no supe nada de Rubí. Poco a poco mis esperanzas se iban apagando. Realmente pensaba que no volvería a hablarme, porque claro, es tan normal que tu novio de un día a otro te diga que es una criatura sobrenatural.

Era viernes por la mañana, había decidido que era tiempo de buscar una nueva dueña, pero el sonido del timbre me hizo detener mis acciones. Regrese a mi forma humana, acomode mis ropas y abrí la puerta. Era Rubí. Una radiante sonrisa se dibujo en mi rostro, ella se veía abrumada por la situación.

—Hola Alexander. 
—Rubí... ¿Deseas pasar?
—Sí, gracias.

Su voz estaba claramente apagada. Lo primero que pensé: «Va a terminar conmigo. A no ser que lo haya hecho desde esa noche». Me hice a un lado y la dejé pasar. Casi de inmediato le ofrecí un vaso con agua. Nos sentamos en el sofá y comenzó a hablar.

—No es lo más grato enterarte que tu novio es una criatura fuera de este mundo. —Suspiro y tomó un poco de agua— Estuve investigando. ¿Eres de magia blanca o magia negra?
—Bueno, realmente todos los metamorfos fuimos creados a partir de la magia blanca, el problema apareció en una guerra entre varias criaturas mágicas; Algunos fueron engañados para unirse a los demonios como ejército. Mi tribu, por ejemplo, siempre ha servido a la magia negra y sirve a una familia demonios con la que hacemos contrato por protección, aunque eso no me hace malo. De hecho, soy una especie de rebelde, pues no me gusta el concepto de frialdad que debemos llevar...soy como un renegado. Por eso soy como soy.
— ¿Y no hay problema de que seas amigo de otros demonios, aún sirviendo a tu familia original?

Reí ligeramente y negué con un suave movimiento de cabeza.

—Ellos no lastiman a nadie. Solo se encargan de las almas con las que hacen contrato. Bueno, Jessenia tenía otras funciones, pero al ser degradada se le restaron poderes y habilidades. Aunque desde que se casaron no prestan tanta atención a las almas, por eso no tengo problema alguno.
—Ya veo... —Hizo una pausa— Bien, tarde un poco en entenderlo, pero finalmente me he hecho a la idea. Pese a que eres algo poco común, deseo seguir a tu lado. Alexander, te quiero como a nadie y, aún si es difícil, estaré contigo siempre.

Yo no pude estar más feliz nunca antes. Me lance a abrazarla y ronronear en sus brazos. Ella rió suavemente. Supongo que se va a tener que acostumbrar a mis ronroneos.

Fue algo difícil, pero la relación se lleva adelante. O al menos, eso es lo que Rubí cree.





viernes, 20 de junio de 2014

Inconfundible [Capítulo 5]

5
L
a misma tarde que Aloin me contó la loca idea de Eline, hablé con ella por teléfono, me dijo todo un discurso del porqué deberíamos dejar de depender de nuestras familias. Honestamente yo no sabía si reír durante sus palabras o ponerme de su lado. Otra cosa, yo no quiero dejar la compañía de mi familia, esa era mi herencia, lo único que aseguro es que quiero dar lo mejor de mi misma en ésta, por eso decidí trabajar un tiempo por mi cuenta, no mucho tal vez unos 3 o 4 meses... Solo quiero estar segura de lo que puedo hacer.

Fue difícil que mis padres me dieran la aprobación. Papá quería que de inmediato trabajara con él, dijo que no me quería tener en otra empresa dónde me explotaran, que no había necesidad de que lo hicieran extraños cuando mi propia familia lo hacía mejor. Tras varios regaños de mi madre por ese comentario, ambos aceptaron.

Llevo semana y media tratando de encontrar trabajo, pero no hay nada. Todos recaen en lo mismo: "Necesitamos a alguien con experiencia, lo sentimos". ¿Cómo esperan que tengamos experiencia si no nos dan el empleo?

Pasaba la tarde en el Starbucks cerca de la universidad de Berlín, perdiendo el tiempo y esperando a Aloin. Sí, no dejamos de salir juntos desde que él llego. Una canción que nunca había escuchado, sonaba en la radio del lugar, creo que se llamaba...Tears are falling...la verdad no recuerdo bien el comentario del mesero que estaba en la mesa contigua.

-Aloin... ¿Dónde estás? -Musité viendo la hora en mi teléfono.

Un largo suspiro salió de mis labios. Se escuchó la pequeña campana de cuando alguien abre la puerta del lugar y finalmente era él quien llegaba. Me levanté feliz a abrazarlo, a lo cual fui correspondida. Nos sentamos juntos y comenzamos a platicar un rato. No tenía mucho tiempo, en 1 hora tenía otra cita de trabajo, pero con el transporte tenía media para descansar un poco.

-¿Aún nada, bonita?- Preguntó antes de dar un sorbo a su late. 
-Nada.-Suspiré desanimada- ¿Así de difícil es tratar de encontrar trabajo? 
-Lamentablemente sí.


Bufé y tome mi capuchino. Seguimos hablando de cosas sin importancia durante los siguientes 25 minutos. Él me alentaba a seguir y yo me quejaba por la poca ayuda a los jóvenes egresados de la universidad. Que recién salgamos, no quiere decir que no sepamos hacer las cosas.

Aún no había terminado mi café cuando ya tenía que irme a las oficinas. He pasado por bufetes de abogados, editoriales, empresas cualquiera y nada.

Aloin se ofreció a acompañarme, acepté y le di las llaves del coche. Salimos, subimos a mi deportivo e inició el camino a una empresa que desconocía pero que pedían secretarias y asistentes personales. No es lo que espero, pero bueno. Tardamos el tiempo justo en llegar a dicho lugar.

-¿Me esperas en recepción o en el auto? 
-Dentro, porque tu auto hace que me de frío -Rió- ¿No has pensado en cambiarlo? 
-No -Reí con él y bajé del auto- Me gusta, y me ha traído de aquí para allá siempre. 
-Está bien, está bien -Alzó ambas manos en señal de rendición y bajó- Vamos adentro.


Tomados de la mano, entramos en aquel edificio de, al menos, 10 pisos, ventanales amplios a los costados de la puerta principal giratoria. Los empleados van y vienen vestidos de traje, apurados mirando a sus relojes, otros tantos hablando por teléfono. Creo que no me gusta el ambiente de aquí, se siente algo frío. A paso calmado, llegamos con la recepcionista. Me fue entregado un gafete y me indicó que mi entrevista era en el piso 9. Asentí y le hice señas a Aloin de que no tardaba.

Me dirigí al elevador, pulse el piso seleccionado y esperé a que otros trabajadores abordaran también. Unos iban al piso 2, otros al 5 y sólo uno al 7. No preste atención a nadie simplemente me limité a esperar arribar al piso deseado.

Poco a poco, conforme subíamos, las demás personas iban bajando de uno en uno. Para el piso 8 yo era la única en el ascensor. Acomode los documentos que llevaba en mi folder, al igual que mi ropa de ese día. Suspiré y la puerta se abrió.

Un rápido vistazo al piso: Piso de loseta negro, con paredes blancas y un par de pinturas en ellas, la única puerta que hay dentro era de cristal. Sigue sin gustarme el ambiente de aquí. Mis tacones resonaban, en contraste a los suaves murmullos del lugar y el sonido de los teclados siendo asesinados por las secretarías.

-Vengo a una entrevista de trabajo- Dije a una joven de cabello rubio y traje de oficina. 
-¿Alice Himmel? 
-Sí, soy yo- Asentí. La chica ni siquiera me miró. 
-Pasa, el licenciado la está esperando. 
-Gracias.


Quise darle una sonrisa como agradecimiento pero, repito, ni siquiera me miró, era como si hablara con un robot rubio. Me dirigí a la puerta en silencio y di un par de golpes en ella para anunciarme. Casi de inmediato me abrieron. Un hombre ya mayor, tal vez unos 50 años o más, de traje negro, con lentes de fondo de botella y cabello nulo en su cabeza; fue quien me abrió la puerta.

-Pase, señorita Alice. 
-Gracias.


A él si le pude sonreír. Entré y el mayor cerró la puerta detrás de él. Tomé asiento en la silla giratoria negra, que hacía juego con su escritorio, y él frente a mí. Tras una vaga presentación, le extendí mi currículo. Miró, con una expresión de intriga y asombro, el perfil que le había entregado, mientras yo jugaba con mis manos sobre mi regazo. Supongo que llegó a la parte de la experiencia, pues una expresión sombría y sería apareció en su rostro.

-Dígame, señorita Himmel, ¿Por qué cree que está en capacidad de pedir el trabajo de asistente personal? 
-Bueno -Hice una pausa y me acomode en mi asiento- Estoy bien capacitada para agendar citas, atender llamadas, saber tomar recados y demás aspectos que se necesiten. Puedo ser de gran utilidad. Hablo inglés, español, alemán, coreano, italiano y francés, así que no me sería difícil tratar con clientes extranjeros. 
-Es lo que puedo ver-Dejó el folder en el escritorio y lo extendió de nuevo hasta mi- Mire, señorita, su perfil me sorprende y mucho, para ser recién egresada tiene un buen perfil. Sin embargo, ¿estaría dispuesta a viajar constantemente? Nuestros principales socios son extranjeros, si cuenta con el tiempo y la disposición podría considerarla como candidata inmediata.


Asentí sonriente con la cabeza. Creo que finalmente había encontrado empresa para obtener trabajo.

-Siendo así, la llamaré en unos días, si es que la persona, que necesita de asistente personal, desea contratarle. 
-¿En serio? ¡Muchas gracias!


Emocionada me levante de un salto de mi asiento. El señor solo soltó una risa suave. Estrechó mi mano y salí, más feliz, de la oficina. Las secretarías murmuraban entre ellas. Supongo que mi brinco de emoción no era algo que se viera seguido. Traté de comportarme en el pequeño tramo hasta el elevador. Una vez dentro sonreí e hice un pequeño baile de celebración, algo ridículo, pero era eso o gritar. Finalmente llegué a la planta baja. Aloin se aproximó a mí, curioso por mi expresión.

-¿Qué pasó allá arriba? 
-Le llamó la atención mi currículo, creo que más que nada por los idiomas que hablo, no sé, pero dijo que me llamaba en estos días. 
-¿En serio?- Sonrió y me dio un abrazo- ¡Felicidades bonita!


Correspondí a ese abrazo sin dudarlo. Realmente estaba feliz de aquella buena noticia recibida, pero, lamentablemente, nunca faltan los aguafiestas, lo peor del caso es que ninguno de los dos conocía a este sujeto en cuestión. Un par de aplausos sarcástico hicieron que Aloin y yo dejáramos de celebrar. -No, no era nada formal pero estaba emocionada-

-La nena está emocionada porque le prometieron una llamada- Bromeó con un chico asiático que iba a su lado- Parece que apenas se integra a la vida laboral ¿No es así? 
-Lo dice el experto que lleva años trabajando-Bufé sarcástica y me cruce de hombros. Lo examine de pies a cabeza: vestía una camisa blanca, corbata, chaleco y pantalón azul marino.- A todo esto ¿Quién eres y por qué intervienes en cosas ajenas? 
-Otro día con más calma podría presentarme- Le hizo una señal al chico que iba con él para que lo esperara un poco más- Por el momento, te puedo decir que esa es la más vieja excusa para rechazar a cualquier candidato. No te hagas torpes ilusiones. 
-Mira, intento de hombre de negro- Señalé su vestimenta, y pude notar que la perforación de su oreja era de color negro- Tú ¿Qué vas a saber? Te ves de mi edad, tal vez un año mayor, pero dudo que sepas más de esto que yo. 
-Pobre chica que desconoce el mundo- Rió y negó burlón- Tengo cosas que hacer, así que, qué más quisiera seguir dándote lecciones, pero tengo un negocio que cerrar.


Se dirigía al elevador, dejándome con la palabra en la boca. Lo maldije por lo bajo y entorne los ojos. Lo que menos quería era hacer escenas en ese lugar.

-Por cierto- Se interrumpió a medio camino y regresó hasta a mi.- Toma esto.-Me extendió una tarjeta.
-¿Para qué quiero yo eso?- Respondí fastidiada, al tiempo que le arrebataba la dichosa tarjeta. 
-Estoy buscando una asistente personal. Sólo por si te interesa- Me guiño el ojo y, con una sonrisa
triunfante, abordó el elevador con su amigo.


Vi esa sonrisa burlona por unos instantes, gasta que se cerraron las puertas del elevador