lunes, 7 de abril de 2014

Mi Dilema

-¡DIOS SANTO! –Gritaba mientras iba de un lado a otro en mi cuarto -¡EXPLÍCAME CÓMO ES QUE ÉL SE HA VUELTO TAN ASÍ PARA MÍ!

Y era verdad, no comprendía como un chico tan común y corriente (Aunque muy parecido a mí, al mismo tiempo) se había vuelto casi imprescindible para mí. Solté un suspiro abatida. Odiaba que las personas me causaran ese tipo de reacciones, era por eso que yo me mantenía alejada de cualquier tipo de relación social. No deseaba pasar por un círculo de «Me hablas, no me hablas», a menos que fuera altamente necesario (Con alguno de mis amores platónicos, por ejemplo). ¿Esta relación con él era necesaria? Yo creo que no. Otro suspiro salió de mi boca, pero se vio interrumpido al momento en que mi cuerpo aterrizo en la cama. Me giré hacia arriba, perdí mi mirada en el techo y traté de recordar el momento en que todo mi malestar comenzó.

Si las ideas eran correctas, todo había empezado en aquel convivio escolar. ¡Pero claro! Joder, eso me pasa por defender los nombres de mis compañeros, aunque ni debí hacerlo, no me llevo del todo bien con quién defendí; De ahí, vinieron sus esporádicos saludos y abrazos en la cafetería, dónde siempre quise salir corriendo ya que odio a más no poder que la gente que apenas y conozco me toque. Odio el contacto físico, pero a él parecía no importarle en lo más mínimo.

-Después –Musité en voz baja y continué –Vino aquel problema que me hundió la moral hasta el fondo de la converse…

Cerré los ojos por un instante, y mi mente reconstruyó la escena: Yo con el uniforme de diario, con un peluche que me impedía la vista, y él parado frente a mí, sonriente como siempre. El hecho de que pudiera controlar mis lágrimas, aun es desconocido. Abrí los ojos de golpe y negué frenéticamente, al tiempo que golpeaba el colchón con ambos puños.

-¡Estás loca! –Me regañé a mi misma –Ambas sabemos que esa risa no fue más que un simple producto de un momento de debilidad. Eso es todo, déjate de tonterías.

Me levanté de un salto y me dirigí a mi escritorio. Necesitaba entretenerme en algo más que no fuera mi recuerdo de él, y me refugié en la tarea.
Las horas, los minutos, y los segundos, pasaron. El reloj marcó las 10 de la noche. Salí de mi cuarto a buscar algo para cenar. No encontré nada así que me metí a bañar, y a las 11 estaba lista para dormir.

Esa noche fue algo extraña. Bueno, nunca he dicho que lo que respecte a mí sea como que lo más normal de este mundo. Pero un sueño que tuve me dejó helada:



» Estaba en mi clase de teatro, en la universidad. En nuestras manos estaba planear una obra excelente para el festival de halloween, y otra para día de muertos. A mí me había tocado dos cosas: Actuar y hacer el guión en ambos eventos.

El maestro nos regañaba una y otra vez por la falta de realismo en nuestra actuación grupal. Al parecer, me había pasado un poco con el drama solicitado en el guión, pero aun estaba a tiempo de cambiarlo solo que el maestro no quería que lo cambiara.

El ensayo pasó tranquilo, y todos dimos nuestro mejor esfuerzo en cuanto al drama solicitado.

Yo regresé a mi casa, pero al abrir la puerta entré, de nuevo, al salón de teatro.

-No vas a escapar de mí –Musitó Alejandro – ¡Te llevaré al infierno!

Ni de reaccionar me dio tiempo. En menos de 3 segundos, Alejandro estaba enterrando un cuter en mi pecho, a un lado del corazón. Como pude me lo quité y la herida comenzó a sangrar ante la mirada atónita del maestro. Los aplausos estallaron entre mis compañeros. Al parece nadie se daba cuenta de la gravedad del asunto.

Logré salir con una gran pérdida de sangre del lugar. A paso torpe y lento me aproximaba a un centro de atención médica. Fue ahí cuando lo vi, caminando del otro lado de la acera. El corazón me dio un giro, y no precisamente porque me estaba desangrando. Mi mente entró en un dilema: Correr al hospital, o ir detrás de él. Es decir, no lo había visto desde que salí de la preparatoria. Pareciera que mi cordura se largó, pero fui detrás de él.


Lo seguí por un largo rato, hasta que llegamos a ¿Una exposición de anime? Pero…esas son en enero, febrero, abril, y diciembre, y estamos en noviembre. Bueno, el punto es que estaba detrás de él, a muy pocos centímetros lo alcancé, tomándolo por el suéter escolar. Se volteó y me miro unos instantes. Estaba volviéndome loca con esa mirada tan fría e inexpresiva, eso era peor que recordar que estaba perdiendo sangre a cada minuto. Sin decir nada se volteó, y trató de seguir con su camino, pero lo jalé de nuevo hacia a mí para encararnos nuevamente.

-No –Fue lo único que salió de sus labios
-No ¿Qué? –Pregunté cansada
-Simplemente no
-Explícate
-No

Se soltó de mi agarre y comenzó a caminar, alejándose más y más de mí. Yo me desmayé porque, al parecer, tanta sangre perdida no era nada buena para mí.

Desperté algo agitada, y comencé a buscarme cicatrices en el cuerpo. Nada.

-Todo fue un sueño –Suspiré y me tiré, de nuevo, en la cama- Hasta en mis sueños soy igual de dramática. Reí levemente y dormí de nuevo



La mañana llegó, y con ella mis dudas existenciales se habían ido. ¡Qué más daba si tenía ganas o no de hablarme! Yo tenía que preocuparme por mis exámenes, proyectos y demás cosas.

Tras 4 clases, salí al receso con mis 2 amigos. Estábamos en la cafetería cuando unos brazos se aferraron a mi cintura, y una barbilla se acomodó en mi hombro. Un escalofrío bajó por mi columna. Giré la cabeza y me topé con unos ojos marrón y un cabello despeinado. Era él.

-¡Hola! –Besó mi mejilla
-Hola –Musité con algo de nerviosismo en mi voz -¿Cómo estás?
-Bien –Se incorporó y yo alcé la mirada –Necesito platicar contigo.
-Claro ¿Nos vemos a la salida?
-No, ahora.

Me tomó de la mano y me sacó de la cafetería. Miré a mis amigos, quienes estaban fascinados con la escena. Dios, dame paciencia porque si me das fuerza lo juro que los mando al hospital.

Nos detuvimos a un lado de las escaleras y me miró fijo unos instantes. ¿Yo? Yo aun estaba en estado de shock por lo que había hecho en la cafetería. Usualmente, si me saludaba o se despedía de beso de mí, era cuando estábamos solos y esta vez lo había hecho frente a sus amigas, y frente a mis amigos.

-O…-Me interrumpí al sentir sus brazos rodeándome cálidamente. -…ye…

Me sonrojé, pero no intenté zafarme. Sus brazos eran todo lo que yo necesitaba en ese momento. Hundí mi cara en su pecho, rozando mi piel con su suéter, pero aun percibiendo su aroma. Me enderecé y hundí la cara en su cuello, del mismo modo llenando mis pulmones de aquel embriagador aroma. Tal vez para muchos no fuera la gran cosa, pero para mí, su olor, era todo lo que yo quería respirar.

Nos separamos por unos instantes y posamos la mirada en los ojos del otro. Nunca había notado la coloración de sus ojos tanto como en ese momento. Un café oscuro pero al tiempo lleno de luz y vitalidad. Entonces, mientras yo vagaba por su linda mirada, ocurrió: Sus labios y los míos se unieron en un beso duradero.

Perdí la mente entre movimientos lentos y cuidadosos. Como si los labios del otro estuvieran hechos de un material tan delicado, que en un movimiento brusco se acabaría la magia del momento.

Acaricié su mejilla y él me abrazó con fuerza, pero sin cambiar la intensidad del beso. Queríamos sentirnos cerca, como si formáramos parte del otro, pero al tiempo no queríamos que el momento se acabara rápido. Tal vez si hubiéramos podido parar el tiempo todo habría sido perfecto.

El sonido de una batería, a lo lejos, me había hecho salir del trance: Estaba dormida en la banca de la escuela y mi teléfono había sonado. Carajo.

Mi corazón se removió incómodo al ver la hora: Hora del receso. Creo que comienzo a odiar el descanso, pues son 20 minutos que forman parte de un encuentro lejano y traicionero.

Tomé mi cartera, guardé las cosas y esperé por mis amigos en el pasillo. Alterné la mirada a ambos lados esperando por quién sabe qué cosa, hasta que lo vi salir de su salón, acompañado de sus típicas amigas. Suspiré. Nuestras miradas se encontraron pero, esta vez, no supe que encontraba en la suya.

-Creo…que sí te extraño -Musité para mis adentros y mis amigos arribaron al encuentro.

Tal vez no debería perder el poco tiempo que me queda en esa escuela. Si él me hace feliz, momentáneamente, no debería dejarlo. Sin embargo soy tan cobarde, que supongo dejaré las cosas así.